Termina la última edición de Rebuild, y comprobamos como la
madera avanza en el sector de la edificación a un paso extraordinario. En toda
la superficie de expositores, también se podían encontrar conocidas marcas
dedicadas a juntas, anclajes, o robótica, pero a cada paso que dábamos, la
visión era ocupada por cualquier clase de paramento o volumetría concebida a
base de madera.
Una gratificante noticia para todos aquellos que siempre supieron ver en los anillos que las fibras de celulosa dibujan a su paso, todas la ventajas que escuadrías y tableros elaborados ofrecen para el comportamiento estructural, el corte mecanizado o la comodidad del montaje ensamblado. Un producto, que década tras década, ha sabido adaptarse a normativas y requerimientos, y hoy día consigue tener el nivel de seguridad y garantía exigible a cualquier otro material constructivo (llegando a salvar el “handicap” que justamente su naturaleza orgánica le ocasionaba).
Un reconocimiento tanto por parte de productores, como de promotores, de cómo los sistemas que son origen y tradición dentro del montaje y la estandarización de la construcción, se pueden actualizar hasta los límites que cualquier sistema constructivo contemporáneo necesita. Algo, que ya viene pasando desde que a mediados del S. XX la madera se aplica en los múltiples campos y escalas de la edificación pero que, ahora, la necesaria sostenibilidad en los procesos, catapulta a la primera fila de un sector inmobiliario que se ve impelido a una urgente industrialización, y encuentra en este recurso un aliado indispensable ( hasta hace poco, también “impensable” por muchos ...).
Pero, además del avance y el reconocimiento mencionados , uno de los síntomas más positivos de la presente Edición Rebuild en IFEMA ha sido comprobar cómo, estos sistemas actuales a base de componentes de madera han abandonado cualquier rasgo de imagen nostálgica o anticuada que nos refiera a las muy extendidas “cabañas de madera” que lastran esta tecnología hacia soluciones y estéticas arcaicas y rurales (también llamadas “casas de madera”), encontrando por el contrario, configuraciones y composiciones con rasgos y espacios propios de una producción industrial correspondiente a nuestros tiempos y recursos.
Felicidades desde aquí tanto a organizadores como a expositores por el acertado resultado obtenido (sin fisura alguna a lo largo del extenso recinto ferial), y más aun, a esta España que, desde este epicentro mesetario, parece al fin ser capaz de llegar a incorporarse al unísono a una Cultura Internacional de la madera contemporánea, que empezó allá en latitudes escandinavas hace ya más de 50 años ( The Scandinavian Design), y donde siempre fue costoso llegar a desplazar ciertos “Sueños del Tirol” con aderezos propios del Caserío Vasco (desde que hace ya más de un siglo, los Ormaechea desembarcaron por la Periferia Metropolitana del Plan Castro) …: parece que avanzamos.
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